15 oct 2012

LA VISIÓN DE SANTA TERESA DE CRISTO ATADO A LA COLUMNA: Gregorio Fernández y Alonso Cano.


P. Juan Dobado Fernández O.C.D.

         Podemos admirar en el Museo de la Santa de Ávila una réplica del conjunto de Santa Teresa arrodillada ante Cristo atado a la columna tal como lo concibió Gregorio Fernández (1576-1636), ya que se encuentran ambas imágenes en la actualidad en capillas separadas, la imagen de La Santa en su Capilla Natal y el Cristo en la primera del lado de la Epístola del templo carmelitano.
         El viajero Ponz decía de ellas: “Me agradó sobre todo una estatua de Nuestro Señor atado a la columna, en una capilla junto al crucero, al lado de la epístola, obra de Gregorio Fernández, de cuya mano se estima también la estatua de Santa Teresa, en su capilla”.
         Responde a un encargo muy particular de la comunidad de Carmelitas Descalzos, que quiso representar para la Casa Madre de la Orden un momento muy especial de la experiencia mística de la gran Santa Fundadora del Carmelo Descalzo. Los frailes descalzos se dirigen a Gregorio Fernández hacia el año 1632, cuando el insigne imaginero se encuentra en los últimos años de su vida, por lo tanto, en plena madurez y con la salud debilitada, por lo que el conjunto presenta cotas de altísima calidad en la talla del Cristo, totalmente de su mano, obra personalísima, mientras que la Santa puede tener participación de su taller unida a la del maestro, ya que es también de gran maestría.
         La relación de Teresa de Jesús con esta escena es muy conocida, comenzando con el momento de su conversión  en la cuaresma de 1554 ante una imagen de Cristo muy llagado:
         “Pues ya andaba cansada mi alma y –aunque quería- no la dejaban descansar las ruines costumbres que tenía. Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allí a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros” (Vida 9,1).
         Gregorio Fernández ha querido plasmar este encuentro de una manera real, Teresa queda sorprendida, extasiada, asombrada, ante el encuentro con Cristo que aparece ante ella muy llagado, deshecho, Varón de Dolores. La imagen de Cristo es una obra maestra del barroco español, la boca entreabierta, la mirada dirigida al Padre, la tensión de las manos, en especial la derecha, la sangre recorriendo su cuerpo, las llagas en la espalda,…
         La posición de la Santa es fiel complemento de la escena, escena que ella recomienda meditar en la oración:
“Pues tornando a lo que decía, de pensar a Cristo a la columna, es bueno discurrir un rato y pensar las penas que allí tuvo, y por qué las tuvo, y quién es el que las tuvo, y el amor con que las pasó” (Vida 13,13).
Nos resulta más fácil comprender este conjunto escultórico desde la experiencia cristológica de Teresa de Jesús, tan acostumbrada a la meditación de la Humanidad de Cristo, que nos recomienda situarnos en la escena, como si fuésemos testigos de la flagelación de Cristo. Tampoco es difícil trasladarnos a la Ermita del Convento de San José de Ávila, su primera fundación, para imaginarnos a La Santa ante el Cristo de los Lindos Ojos, atado a la Columna, y sus largas horas de contemplación ante aquella pintura.
Conocemos la primera vez que Gregorio trata este tema, concretamente en el banco del retablo de la Capilla de los Vargas, en la parroquia de San Vicente de Braojos de la Sierra (Madrid). Es un relieve con esta misma escena de Santa Teresa ante Cristo a la Columna, que sabemos se le encarga en 1628, pero en 1632 está policromándose, ¡que curiosa casualidad!, el mismo año en que se contrata el grupo escultórico que nos ocupa.
Sin embargo, el tema del Cristo a la columna fue encargado por la Orden en más ocasiones, como la bellísima imagen de las Carmelitas Descalzas de Calahorra o la pequeña joya de las Madres de Valladolid.
Fue Gregorio Fernández un hombre de profundas convicciones religiosas, muy vinculado a la Orden del Carmelo. Sigue recordándose como una tradición en la Casa de La Santa de Ávila que el escultor se preparó debidamente para tallar estas obras, haciendo Ejercicios Espirituales durante una semana antes de tallar el Cristo, tal vez leyendo las obras de La Santa. Sin duda alguna, sólo desde la oración es capaz de tallarse una obra así, repleta de tanta unción espiritual.
Ha sido un acierto que la comunidad haya encargado una réplica del conjunto destinada al Museo de La Santa para que podamos ver cómo se concibió esta escena y poder experimentar, de la mano de Teresa, lo que significa la oración desde la Humanidad de Cristo.
Como fruto de esta huella en el arte del Carmelo Descalzo, el encargo que la comunidad de las Madres de San José hace a Alonso Cano de esta soberbia, que conservan en su sencillo museo, y la pequeña talla de Gregorio Fernández obsequiada a la comunidad de descalzas de Valladolid.