13 may 2012

La Prensa en la Coronación del Carmen




Diario Córdoba, hoy:

Coronación canónica Masiva procesión de regreso



Gloria y orgullo del Carmelo

La Virgen del Carmen recorrió ayer triunfante las calles de la ciudad tras su coronación canónica en una gloriosa procesión que la llevó hasta el convento de San Cayetano

Tras la solemne pontifical, el cortejo comenzó a organizarse en las naves del templo catedralicio. Más de un centenar de hermandades y un nutrido cuerpo de mantillas precedían a la Virgen, que lucía sobre su palio extraordinariamente hermosa y reluciente con su nueva corona. Un cúmulo de sensaciones se podía ver en la emocionada mirada del padre Juan Dobado, que se colocaba sin dejar de mirar a la Virgen ante la presidencia del palio.

En la calle, una masa de gente esperaba a la Reina y Hermosura del Carmelo; la torre de la catedral tañía a gloria. "Viva la Virgen del Carmen", gritaban los cientos de fieles que esperaban en el Patio de los Naranjos, mientras la banda del Maestro Tejera entonaba la marcha Virgen del Carmen Coronada , compuesta para la coronación. Comenzaba así la gloriosa procesión de regreso de la Virgen hasta San Cayetano.

Tras cruzar la Puerta el Perdón una intensa lluvia de pétalos, que no fue la única, acarició el palio de la Reina carmelita que, poco a poco, se abría paso en un mar de gente que colapsaba los aledaños de la Catedral. 

Casi sin avisar el sol se despedía dando paso a la noche, dejando una leve brisa de aire fresco para sobrellevar la alta temperatura emocional y ambiental que circundaba alrededor de la Reina del Carmelo.

La Virgen, a muy buen ritmo, fue adentrándose en la Judería, donde no cabía un alfiler, sobre todo en la delantera del paso, un espacio donde cada vez había más gente. Así, cruzó la Virgen la calle Deanes, a cuyo término la emoción se desató desde un balcón. Entre una intensa petalada de flores, se sucedieron los vivas a la Virgen del Carmen, "orgullo de los carmelitas", como le gritaron.

A la altura del convento carmelita de Santa Ana los cohetes fueron rasgando con sus estruendos el cielo, mientras llegaba la Virgen, que ya se vislumbraba por la calle Blanco Belmonte. Fue entonces cuando tuvo lugar un emotivo acto protagonizado por los carmelitas.

Al llegar a las Tendillas la Corporación municipal, que acompañaba la comitiva bajo mazas, se retiró del cortejo, así como algunas de las hermandades. No ocurrió lo mismo con el numeroso público, que no se desprendió del frontal del paso de la Virgen del Carmen. Fueron testigos de las constantes muestras de cariño que se sucedieron al paso de la Flor de San Cayetano. En las primeras horas de la madrugada la Virgen llegó a San Cayetano, donde se descubrió un retablo cerámico que rubricaba para la historia el magno acontecimiento vivido alrededor de la Virgen del Carmen, gloria de los carmelitas. 

CÓRDOBA SE VUELCA CON LA HISTÓRICA DISTINCIÓN



Masiva coronación de la Virgen del Carmen

Multitudinaria celebración en la Catedral para reconocer los 425 años de devoción de Córdoba a la Señora de San Cayetano

Miles de fieles se unieron ayer en fervoroso sentimiento a la coronación canónica de la Virgen del Carmen, a la Señora de la cuesta de San Cayetano, en el esperado momento que reconoce los más de cuatro siglos de devoción cordobesa hacia esta imagen de gloria cantada y pintada por artistas y atractivo para casas nobiliarias, pasión del pueblo sencillo pero también de reconocidos personajes que recibieron el escapulario que vincula a sus hermanos.
La Mezquita-Catedral acogió ayer el multitudinario acontecimiento religioso presidido por el obispo, Demetrio Fernández, y concelebrado por el general de la orden de los Carmelitas Descalzos, Saverio Cannistrà, y numerosos sacerdotes, junto a miembros del Cabildo Catedral y el obispo auxiliar de Sevilla, Santiago Gómez Sierra.
La celebración tuvo su momento culminante cuando el obispo de Córdoba ciñó a las sienes de la Virgen la corona diseñada por Juan Dobado y labrada por el orfebre Manuel Valera con las donaciones de 900 cordobeses. Cuatro kilos de arte mariano desprendido de la devoción de los cordobeses. Eran las 18.58 minutos y un aplauso prolongado, que finalizó con un viva de una hermana de la Archicofradía y el Gloria Patri de Bach, interpretado por la Joven Orquesta del Conservatorio de Música de Córdoba y el Coro de Opera de Córdoba. Minutos antes se había coronado al Niño Jesús ante la mirada de los centenares de hermanos del escapulario, de la ilusión de la orden carmelitana y la comisión promotora presidida por Juan José Cas. Era la culminación de un proyecto nacido en el año 2009 y que fue decretado por el obispo el 2 de febrero de 2011 en reconocimiento a la vinculación de Córdoba con la Virgen del Carmen.
La liturgia de la coronación se inició a las 18.00 horas, dando la bienvenida el director académico del colegio del Carmen en un altar en el que se ubicaron para la ocasión las imágenes de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. A la derecha, en su trono, se encontraba la Señora de la cuesta de San Cayetano, luciendo más esplendorosa que nunca con el estreno de su nuevo hábito, una rica pieza bordada en oro sobre terciopelo marrón.

EL ACTO La hermana mayor de la Archicofradía de Nuestra Señora del Carmen, Catalina Hernández, y la secretaria, Elena Murillo, leyeron las lecturas, tras lo cual un sacerdote cantó el evangelio según San Lucas (11, 27-28), que precedió a una elogiosa homilía del obispo a la protagonista coronada. Demetrio Fernández definió el monasterio carmelita de Córdoba como "foco permanente y constante de devoción a la Virgen del Carmen" y "la esperanza del pueblo". El titular de la silla de Osio afirmó que la coronación de la Reina de San Cayetano "está lejos de ser un acto protocolario" al convertirse en "un acto de fe multitudinaria". Demetrio Fernández, que lució la casulla de San Juan de la Cruz, afirmó que en el escapulario "se concentra la devoción a María" y consideró que es "un merecido homenaje" de toda Córdoba.
El estricto protocolo se cumplió con exactitud y puntualidad. El rito de la coronación se inició con la lectura del decreto episcopal, a cargo del padre Francisco Javier Jaén, prior del convento Santo Angel de Sevilla y que era provincial de los Carmelitas Descalzos de Andalucía cuando se hizo la petición formal para la distinción el pasado año.
A las 18.54 se bendijeron las dos coronas. La del Niño Jesús fue portada por los pequeños Alberto Pascual y Pablo Jiménez Vega, mientras que la que luce la Virgen desde ayer la llevaron la madrina, Fernanda Fernández, y el padrino, el carmelita Francisco Javier Jaén Toscano. A las 19.45 horas, con el canto del Salve regina y el Aleluya de Haendel, se ponía el broche final a la coronación que contó con la asistencia del alcalde de Córdoba, José Antonio Nieto; el subdelegado del Gobierno, Juan José Primo Jurado; el vicepresidente primero de la Diputación, Salvador Fuentes, además de representantes militares y de los cuerpos de seguridad del Estado.
La coronación tuvo su gran epílogo con una multitudinaria procesión en la que participaron más de un millar de fieles y representaciones de un centenar de hermandades andaluzas, Cabildo Catedral, Corporación municipal y más de un centenar de mujeres ataviadas con mantilla, entre calles engalanadas y música de las bandas Maestro Tejera y de Jesús Caído.


LA DECORACION



La ciudad se vuelca en la procesión de regreso a San Cayetano

Instituciones, cofradías, conventos y particulares se volcaron ayer en la procesión de regreso de la Virgen del Carmen hasta su sede canónica en la iglesia de San Cayetano.
Desde primeras horas de la mañana se pudieron ver numerosos balcones engalanados para el paso de la procesión, unos con colgaduras rojas y otros con la banderola oficial de la coronación, un artístico montaje donde figura la Virgen escoltada por la espadaña de San Cayetano y la torre de la Catedral.
Asimismo, destacó la colaboración de distintos grupos jóvenes de hermandades cordobesas que levantaron altares, engalanaron calles o decoraron partes del recorrido como la calle Conde de Torres Cabrera.
Mención especial merece el barrio de Santa Marina, que fue engalanado para la ocasión por vecinos y alumnos del colegio Virgen del Carmen. Los estudiantes de Primaria elaboraron unos sencillos dibujos de San Juan de la Cruz y Santa Teresa, que fueron alternándose con guirnaldas donde pendían unas sandalias en alusión a los carmelitas.


Multitudinaria coronación canónica de la Virgen del Carmen

Tras el acto celebrado en la Catedral se inició una concurrida procesión de regreso a la iglesia de San Cayetano

Miles de personas han acompañado hoy la coronación canónica de la Virgen del Carmen en la Santa Iglesia Catedral en una celebración histórica que reconoce los más de cuatro siglos de devoción mariana en Córdoba. El obispo de la Diócesis, Demetrio Fernández, impuso a las 18.58 horas la corona diseñada por el carmelita Juan Dobado y confeccionada por el orfebre Manuel Valera con las donaciones de 900 fieles cordobeses. Minutos antes había hecho lo mismo con la corona del Niño Jesús.
El acto, que contó con la presencia del general de la orden de los Carmelitas Descalzos, Savero Cannistrà, estuvo acompañado por la interpretación del Coro de Ópera de Córdoba y la Orquesta del Conservatorio Profesional de Música. Entre los invitados se encontraban el alcalde de Córdoba, José Antonio Nieto; el subdelegado del Gobierno, Juan José Primo Jurado; el vicepresidente primero de la Diputación, Salvador Fuentes, además de representantes militares y de los cuerpos de seguridad del Estado.
La coronación, decretada el 2 de febrero de 2011, culmina los numerosos actos celebrados con motivo de esta efemérides. Tras la coronación se inició una multitudinaria procesión en la que participan más de un millar de files y representaciones de más de 85 hermandades, Cabildo Catedral, Corporación municipal y un centenar de mujeres ataviadas con mantilla española.



 ABC Córdoba, Hoy:

La Virgen del Carmen escribe su página de oro

El obispo corona canónicamente a la imagen de San Cayetano en una jornada donde la solemnidad y el cuidado de la ceremonia litúrgica en la Catedral fue el prólogo de un regreso triunfal lleno de fervor y alegría

Lo más fácil es decir que eran bastantes miles, mucho más de siete, los corazones que latían a un mismo compás, que contenían el aliento al mismo tiempo, que buscaban con los ojos el resquicio desde el que ver el instante único en que por fin aquellas sienes que tanto esperaban recibían el oro que le habían anunciando los salmos de la liturgia.
Lo más sencillo sería hablar de aplausos y de campanas, de lágrimas y de entusiasmo de los niños, pero, aunque todo eso era verdad, había que mirar bien y no dejarse a nadie fuera, buscar entre lo que se veía y lo que no se veía y darse cuenta de que en aquel momento, a las 18.56 horas de la tarde del sábado 12 de mayo de 2012, en la Catedral de Córdoba había muchas almas más, tocadas con el escapulario, vestidas con los hábitos que llevaron en sus vidas o vestidas con el uniforme del colegio.
En ese momento, cuando faltaban cuatro minutos para las siete de la tarde y el obispo ceñía la corona en las sienes de la Virgen del Carmen como antes lo había hecho con el Niño Jesús y no había alma sensible que no tuviera el vello de punta ni los ojos a punto de lágrimas, todos aquellos que habían subido al Monte Carmelo de San Cayetano para rezar a la Madre a lo largo de más de tres siglos, todos, aunque lo vieran sin que los demás notaran su presencia, veían llenarse de joyas y belleza una historia en la que habían tomado parte. Mirarían orgullosos como tocaba techo a esa hora, cuando faltaban cuatro minutos para las siete de la tarde, una de las coronaciones más solemnes y cuidadas y al mismo tiempo más populares y emocionantes, de cuantas haya vivido la ciudad. Allí estaba, en las sienes de la Virgen, la corona de oro dibujada por Fray Juan Dobado y realizada por Manuel Valera que simbolizaba el trabajo de su comisión y las donaciones de muchos cientos de devotos.
Habrían estado esperando, los más de siete mil vivos y aquellos cuyo rezo todavía recuerda la Virgen del Carmen, aunque no estén, desde mucho antes de las seis de la tarde, cuando el Patio de los Naranjos iba recogiendo el trasiego de trajes y mantillas, de estandartes de Córdoba y de fuera de la ciudad, que eran muchos.
Habrían admirado la larga procesión de sacerdotes hasta el altar mayor: canónigos de la Catedral, frailes y al final el general de la Orden de los Carmelitas Descalzos, Saverio Cannistrà; el obispo auxiliar de Sevilla, Santiago Gómez Sierra; y el titular de la silla de Osio, Demetrio Fernández, con la casulla que perteneció a San Juan de la Cruz.
Ni monumento ni edificio de celestes proporciones: a esas horas la Catedral era otra vez el centro espiritual de Córdoba, fuera en las naves con los arcos que seguían la coronación en grandes pantallas, fuera en el crucero diáfano y resplandeciente de belleza o ya en el exterior, que en la espera parecía contagiarse de toda la belleza. Lo sabían quienes allí estaban y quienes estaban por haber rezado como ellos muchos años antes, y hasta sus alturas subía la música de la Joven Orquesta del Conservatorio Profesional y el Coro de Ópera de Córdoba, que interpretó un selecto repertorio clásico con los mejores autores. Saltaban los niños del colegio de impaciencia en sus sillas y había un aire de novena, un ambiente de 16 de julio en los abanicos contra el calor.

Camino al altar

Escucharían el salmo 44 como una prefiguración: «De pie, a tu derecha, está la Reina enjoyada con oro» y mirarían a la Madre, que ya esperaba aquella corona que habían llevado los padrinos en una bandeja hasta el altar, y que presidía su paso rodeada de rosas blancas.
El obispo recordó que la Virgen María había colaborado en la Redención y en el momento supremo en que «Jesús se ofrecía como víctima y ofrenda pura». «Por eso Dios nos la ha dado como Madre y ahora la coronamos en nombre del Papa, Benedicto XVI», dijo. Habló de los orígenes de la orden del Carmelo, se refirió a la personalidad de San Juan de la Cruz y Santa Teresa y recordó que el de ayer era «un acto de fe y un día de gozo que habían hecho posible todos los hijos» que se agrupaban en torno a la imagen. Se refirió al escapulario, característico de la orden carmelita, «signo de pertenencia y garantía de salvación».
Demetrio Fernández hizo votos para que la coronación sea un momento propicio para la «renovación de la vida cristiana, solidaridad con los hermanos necesitados y compromiso con un mundo a la medida del hombre, según el plan de Dios». Era el prólogo para el momento en que el prelado subía al paso para que todo el mundo viera a la Virgen del Carmen como tantas veces había aparecido en la imaginación anticipada.
Serían luego muchas almas más, las vivas y las que volaban simbólicamente entre los naranjos, palmeras y cipreses, las que esperasen mientras la Virgen iba empapada del silencio inefable que se hace en la Catedral cuando un paso se está moviendo por sus naves íntimas.
Se dejaron notar las palmas, los vivas, las campanas de la torre como en las mejores ocasiones de la ciudad, y los escucharían, aunque no pudieran sumarse al coro que todos oían, quienes marcharon soñando aquel momento, cuando la Virgen atravesaba el Arco de Bendiciones y se bañaba en la luz declinante de la tarde. No cabía un alma más, y no era una frase hecha, en el Patio de los Naranjos. La banda del Maestro Tejera interpretó el «Himno de la Coronación» escrito por Luis Bedmar y al poco llovieron pétalos por primera vez, bajo la Puerta del Perdón.
Llegó luego su regreso triunfal, los cantos, las sorpresas, las petaladas, los rincones estrechos para homenajearla. Con este amanecer San Cayetano la recupera a la hora en que todas las almas tengan la certeza de que han visto escribir la mejor página.


El Día de Córdoba, hoy:

La devoción al Carmen se ratifica en una coronación multitudinaria

Unos 7.000 fieles abarrotan la Catedral para seguir la ceremonia pontificial, oficiada por el Obispo y otros varios miles asisten después a la procesión.

La Orden de los Carmelitas Descalzos escribió ayer una página de oro, tal vez la de la mayor brillantez, en los 425 años que han transcurrido desde que llegaron a Córdoba de la mano de San Juan de la Cruz. El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, ciñó la corona sobre las imágenes de Jesús y la Virgen del Carmen minutos después de que fray Francisco Jaén, provincial de Andalucía, diera lectura al decreto de la coronación canónica. Este momento, que tuvo lugar al filo de las 19:00, fue el colofón a muchos años de trabajo por parte de la familia carmelitana, que ratificó con su fe y su multitudinaria participación que la reina del Carmelo cordobés merece este privilegio pontifical.

Unos 7.000 fieles -no cabían más en la Catedral- abarrotaron la Catedral en este día tan especial para los Carmelitas Descalzos y otros varios miles asistieron a la procesión que presidió la recién coronada Virgen del Carmen y que acabó en el convento de San Cayetano. El primer templo de la Diócesis lució sus mejores galas, las calles que luego cruzó el cortejo contaron en algunos tramos con colgaduras carmelitas y los colores marrones y blancos propios de la orden, y el altar catedralicio, por su parte, presentó algunas iconografías ligadas a la congregación, como las efigies de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, y el escudo con el Monte Carmelo. Junto al prelado cordobés estuvieron también el obispo auxiliar de Sevilla, Santiago Gómez Sierra, y el general de la Orden de los Carmelitas Descalzos, Saverio Cannistrà.

Imposible, o al menos difícil, imaginar un desenlace mejor para el día de la coronación canónica y esa sensación se intuía en el rostro de muchas de las personas que han cuidado cada movimiento, desde la solicitud de este privilegio que concede la Santa Sede hasta la organización de la pontifical. La ceremonia fue brillante, en cualquier caso, pero no sólo por el multitudinario seguimiento que tuvo, sino por todos esos innumerables detalles que elevan un hecho de esta solemnidad a la máxima categoría. Valgan como ejemplos plásticos la casulla de San Juan de la Cruz que vistió el obispo, una valiosa pieza en desuso desde hace más de un siglo; y el cuidado repertorio musical que sonó en la Catedral, bien interpretado por la Joven Orquesta del Conservatorio Profesional Superior de Música de Córdoba Músico Zyryab y el Coro de Ópera de Córdoba.

La Archicofradía del Carmen lo preparó todo con extremo cuidado. Reconoció el trabajo realizado a tres personas que han tenido un papel protagonista desde que se produjo la aprobación de la coronación canónica, Catalina Hernández, Yolanda Murillo y Juan José Cas, que participaron en las lecturas. Dio un sitio especial al colegio Virgen del Carmen, cantera inagotable de devoción a la titular, e incluso a la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), colectivo con mantiene una estrecha colaboración a través de su obra social. De hecho, fueron dos niños, uno perteneciente al alumnado del centro educativo, Alberto Pascual, y otro vinculado a la AECC, Pablo Jiménez, los que se encargaron de entregar la corona del Niño Jesús al obispo.

Tras la bendición de las coronas, labradas por el orfebre cordobés Manuel Valera con diseño de fray Juan Dobado, el prelado procedió a la coronación. Junto a él, Manuel Hinojosa, vicario de la ciudad, que subió también a la escalera situada junto al paso de palio para ayudar al obispo. Una vez ceñidas las coronas sobre las benditas imágenes, los fieles rompieron el protocolo con un sonoro y caluroso aplauso que duró varios minutos y que evidenció que se trata de una advocación muy querida. Monseñor Fernández, por su parte, dedicó una emotiva homilía y apuntó que "la coronación del Carmen, lejos de ser un acto protocolario, es un acto de fe, devoción y de multitudinario amor a María".

El obispo, que recordó los orígenes de la devoción carmelita -el 16 de julio de 1251 se le apareció al general de la Orden y le entregó el escapulario que llevaba en sus manos-, destacó que la titular cordobesa "ha sido poderosa intercesora de sus devotos". Destacó además que la Archicofradía la ha presentado "llena de majestad y pureza".

Terminado el acto propiamente dicho de la coronación canónica, en mitad de una ceremonia religiosa que duró prácticamente dos horas, la corporación carmelitana se echó a la calle en procesión y en dirección al convento de San Cayetano. El cortejo, por su parte, contó con unas dimensiones proporcionales al seguimiento de la coronación en la Catedral y se acercó en longitud al kilómetro, ocupando todo el eje del barrio de la Catedral que lleva a las Tendillas. Entre los numerosos detalles que hubo en el desfile procesional, fue especialmente reseñable las más de un centenar de mujeres vestidas con la clásica mantilla española.

Durante el recorrido, que incluyó puntos como las plazas de San Miguel y Colón y, como es lógico, el barrio de Santa Marina, hubo altares callejeros, cánticos a la Virgen, fuegos artificiales y numerosas petaladas de flores organizadas por grupos jóvenes de otras hermandades cordobesas. El acompañamiento musical corrió a cargo de la Banda de Cornetas y Tambores Jesús Caído-Fuensanta de Córdoba, que fue junto a la cruz de guía, y por la banda del Maestro Tejera (Sevilla) tras el palio. Fue en el barrio de Santa Marina, sin embargo, donde hubo más y mejores galas, con guirnaldas y colgaduras hechas por los niños del colegio. Además, a la llegada de la Virgen del Carmen a la Cuesta de San Cayetano, se bendijo el retablo cerámico de casi cuatro metros de altura realizado en los talleres de Antonio Linares, de Villamartín.